Castro de Cabo Blanco

Sobre la costa de la Asturias occidental se suceden varias decenas de asentamientos castreños que se sirvieron de la abrupta línea de acantilados marítimos para favorecer su defensa.

El castro de Cabo Blanco es un ejemplo magnífico de este tipo de emplazamiento y constituye, por su gran superficie, próxima a las 6 hectáreas, uno de los más grandes de la región.

Su posición facilita la defensa del poblado y ofrece un amplio dominio visual, tanto sobre el horizonte marino como sobre la rasa continental.

En origen, durante la Edad del Hierro (siglos VIII-I a.C.), el espacio protegido se limitaba al estrecho brazo de tierra que constituye el cabo, para con el tiempo, probablemente en época romana, extenderse sobre el continente, conformando así un vasto recinto defendido por un parapeto de dimensiones monumentales que, en los tramos que aún se conservan, supera los 4 m de altura.

Entre 2005 y 2009 se desarrollaron excavaciones arqueológicas que, bajo la dirección de José Antonio Fanjul Mosteirín, Álvaro Menéndez Granda y Á. Villa Valdés, permitieron descubrir una densa trama de edificios levantados entre el siglo V a.C. hasta el siglo I d.C. y una poderosas muralla de estructura modular, característica de los pueblos prerromanos de Asturias. A excepción de los grandes fosos, los restos descubiertos no son hoy visibles pues fueron nuevamente enterrados tras su excavación.