Atrás Cuando el Prerrománico asturiano enamoró a la Humanidad
Cuando el Prerrománico asturiano enamoró a la Humanidad
Hubo una vez un pequeño Reino encaramado en altas cumbres y profundos valles, en medio de bosques frondosos y ríos cristalinos, extendido por idílicas aldeas y en el que nacían y crecían poco a poco villas y ciudades.
Hubo una vez un pequeño Reino encaramado en altas cumbres y profundos valles, en medio de bosques frondosos y ríos cristalinos, extendido por idílicas aldeas y en el que nacían y crecían poco a poco villas y ciudades. Un Reino verde y húmedo, bañado por el mar y por la lluvia, que en su versión más asturiana dio en llamarse orbayu. Que relucía con el sol y con las intensas noches de luna. Un Reino milenario y medieval, como de cuento, en el que los felechos, los musgos y los líquenes eran la ornamentación preferida de las xanas, y en el que los hórreos constituían un hogar fantástico para los trasgos. Un Reino que gestó y parió para el mundo el Arte Prerrománico, también conocido como Arte Asturiano.
Y con el devenir de los siglos y de miles de avatares el Prerrománico fue enamorando a la Humanidad, hasta que un día tal seducción se materializó en un reconocimiento internacional: en diciembre de 1985 Santa María del Naranco, San Miguel de Lillo y Santa Cristina de Lena eran declaradas Patrimonio Mundial por la UNESCO.
Estas tres construcciones fueron las primeras, y años más tarde le tocaría el turno a San Julián de los Prados, la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, y la fuente de Foncalada.
Una ocasión ideal para echar la vista atrás…
Esta efeméride es una ocasión excepcional para echar la vista atrás, en un fascinante viaje en el tiempo. Es un momento perfecto para situarte en la corte del Rey Ramiro I. Corre el año 842, en pleno siglo IX. Un rey ya maduro y guerrero que llega al trono en un momento convulso.
Imagínate una corte itinerante, culta y civilizada, una sociedad rural, una naturaleza en estado puro… Un mundo apasionante, emergente. Y en el medio de todo, irrumpiendo en escena un arte y una forma de entender el mundo que rompe con la tradición anterior y no enlaza con la siguiente…
Ramiro I reinaría poco tiempo, tan solo los ocho años que transcurren desde el 842 hasta el 850, pero fue tiempo más que suficiente para dejar un patrimonio único, integrado por tres construcciones que constituyen un “unicum” y que conforman el ciclo Ramirense: Santa María del Naranco, San Miguel de Lillo y Santa Cristina de Lena.
Estas tres joyas de la Corona, que asombrarían al mundo en los años y siglos posteriores a la vida del rey Ramiro, han sobrevivido durante siglos gracias en buena parte a que nunca perdieron la función y sentido que tuvieron desde sus orígenes: la de construcciones dedicadas al culto.
Han visto pasar el tiempo con asombrosa dignidad y son el testimonio vivo que hace posible este viaje por los vericuetos del Reino de Asturias y de la Monarquía Asturiana.
Son la excusa más artística para asomarte a uno de los capítulos más fascinantes de la historia europea, y ahí están, como si el tiempo se hubiera detenido durante el reinado de Ramiro I, hasta hoy.
Santa María del Naranco, el Partenón del Arte Prerrománico
Imagínate los alrededores de Oviedo/Uviéu en el siglo IX. Una zona verde y hermosa, de abundante foresta, con flora y fauna autóctona. Un lujo para los sentidos para un rey guerrero. Para un rey que, aunque residente en la capital, de vez en cuando se siente cómodo fuera del ambiente de la Corte.
Imagínate Santa María del Naranco como el “refugio” perfecto del mundanal ruido, como una residencia temporal con las mejores vistas del mundo. Concebida por una mente culta, cosmopolita, sabia y universal, este palacio, que muy pronto se convirtió en iglesia, es el Partenón del Arte Prerrománico y no tiene parangón en toda Europa.
Con Santa María del Naranco aparece por vez primera la bóveda de medio cañón peraltada, apoyada sobre arcos fajones, que, a su vez, descargan el peso sobre columnas o pilastras adosadas al muro (contrafuertes). Esta técnica se utiliza por primera vez en la arquitectura española y es un claro precedente de la arquitectura románica. Con Santa María llega la innovación, una obra única en el mundo para la posteridad.
Aún hoy, Santa María inspira la paz y la armonía con la que fue concebida. Es un punto de encuentro con el pasado, con vistas panorámicas al paisaje, a la historia y al alma asturiana.
Parece tocada por la providencia, pues providencial ha sido que llegara hasta nuestros días, y podemos disfrutar de ella y con ella, en momentos muy personales.
¡En Santa María del Naranco descubrirás otro mundo!
San Miguel de Lillo, capilla palatina y sueño regio
Recuerda que sigues viviendo en el siglo IX. Que eres un rey medieval, cristiano y europeo. Que te vas de vez en cuando a las afueras de Oviedo/Uviéu, para retirarte, para meditar, para descansar, o para contemplar el paso de las horas. Tienes un bello palacio, único en Europa, y por supuesto no te puede faltar la capilla o iglesia palatina, en la que asistirás como es propio de tu rango y condición, a los oficios religiosos…
¡Pues eureka! Eso es precisamente lo que es San Miguel de Lillo, una iglesia, que hasta hace poco tiempo tuvo función parroquial.
San Miguel de Lillo es otra sobreviviente al devenir del tiempo, y es fácil imaginar el tránsito cortesano entre el palacio y la capilla, todo el ambiente en torno al conjunto palaciego, que probablemente tuvo otras construcciones adyacentes, que no han sobrevivido al paso del tiempo.
San Miguel es otra pieza es este “unicum” del ciclo Ramirense que te dejará perplejo por su sencillez, su sobriedad, y su elegancia eterna.
¡A tan solo unos metros de Santa María del Naranco, te encontrarás esta otra joya prerrománica!
Santa Cristina, pequeñina, galana y con mil esquinas
Santa Cristina de Lena completa el mágico triángulo del ciclo Ramirense. Es la tercera joya de la Corona, y aunque su historia es bastante desconocida y está poco documentada, sus piedras son muy expresivas.
Santa Cristina nos cautiva en una sola mirada. Es tan coqueta, tan discreta, alzada en un promontorio que domina todo el valle, parece ser eterna guía y vigía.
Santa Cristina está en el concejo de Lena, a 35 kilómetros al sur de Oviedo/Uviéu. Está bastante lejos de las otras dos, al menos si pensamos en aquel siglo IX. Su advocación es única en Asturias, lo que representa otra de sus “rarezas”.
Tal vez puedo existir un palacio en los alrededores, pues hay un topónimo cercano llamado Palacio. Muy cerca están la ruinas romanas de Memorana. Tal vez fue levantada sobre un antiguo templo visigodo.
Como ves, Santa Cristina está rodeada de conjeturas y de hipótesis, con un aura de misterio y de inmensa humanidad. Sus múltiples ángulos o sus “mil esquinas”, como se dice popularmente, y la belleza de su iconostasis (tres arcos de piedra en su interior) hacen de ella una verdadera leyenda prerrománica, y sin duda otra sobreviviente del viejo Reino de Asturias.
De ella podría decirse que es pequeñina y galana, como la Virgen de Covadonga…
¡Impresionante tu periplo prerrománico! ¿Verdad?
Has visto tres construcciones modestas y llenas de magnificencia al mismo tiempo. Humildes pero no pobres, herederas de una sociedad rural y guerrera. Perfectamente integradas en el en el medio, en el territorio, en el paisaje.
Son como tres pequeños cuerpos que encierran el alma grandiosa de la Monarquía Asturiana, y sin ellas no podríamos entender este Reino. Tal vez por ello un día el Prerrománico enamoró a la Humanidad para siempre…
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