Atrás 8 lugares únicos para visitar en el occidente de Asturias

8 lugares interesantes para visitar en el occidente de Asturias
Asturias es una sucesión de rincones que enamoran y el Occidente asturiano es un claro exponente de este inmenso atractivo. ¡Aquí tienes 8 lugares únicos en esta zona!
Asturias es una sucesión interminable de rincones y rutas que enamoran, y se multiplican hasta el infinito y mucho más. Y por supuesto el occidente de Asturias es un claro exponente del inmenso atractivo de una tierra que te sorprende en cada momento y que nunca te deja indiferente.
El occidente de Asturias te ofrece alicientes y lugares inusitados. Sumérgete en esta cultura y descubrirás mazos, castros, pueblos de cuento, cuevas, brañas, monasterios, capillas, molinos… Y todo dibujando un paisaje que te dejará seducido de por vida.
¡Aquí tienes 8 lugares únicos para visitar en el occidente de Asturias!
La Ruta de los Palacios. Vegadeo
Esta ruta conecta varias joyas arquitectónicas del concejo de Vegadeo. Cerca del centro urbano de Vegadeo, se encuentra el Palacio de Lastra, del siglo XVI, que incluye un pasadizo que conduce hasta el río. En pleno centro de Vegadeo, destacan el Palacio de Valledor y la Casa del Campo, con su singular torre ochavada, que en su día funcionó como fábrica de curtidos.
Desde Vegadeo, se puede llegar a Piantón, donde se encuentra la Casa del Rego, del siglo XVII. Rodeada por un alto y grueso muro de pizarra, esta casa se distingue por su palomar de planta octogonal y los imponentes marcos y dinteles de pizarra negra.
Siguiendo la AS-11 hasta Vixandre, se puede visitar un impresionante palacio que lleva el mismo nombre. La leyenda dice que el rey ordenó tapiar una de sus muchas ventanas para que no superara en número al Palacio Real.
Tomando la N-640, llegamos a Abres, donde se encuentra el Palacio de El Pividal. Este cuenta con una torre almenada y una capilla que alberga elementos patrimoniales de los siglos XVII y XVIII.
El castro de Cabo Blanco: Cabo Blanco. Concejo de El Franco
La senda costera entre las localidades de El Porto/Viavélez y Porcía, en El Franco, cuenta en uno de sus tramos con uno de los asentamientos castreños más relevantes del occidente asturiano, el castro de Cabo Blanco. Ahora bien, no sólo impresiona imaginar “in situ” como era la vida en aquel castro,-que fue excavado y vuelto a cubrirse¨-, lo realmente impactante es la belleza de este entorno por cuyas peñas suelen verse pescadores y donde la piedra, esculpida por el viento y el mar, muestra curiosas formas donde el azul del agua y el blanco de la espuma invitan a realizar fotos inolvidables. Los que quieran “pisar” tantos siglos de historia, decirles que se puede caminar un tramo entre las impresionantes paredes de uno de sus fosos. Cuentan los estudiosos que tenía fortificaciones de defensa en cinco líneas, donde había cinco fosos y tres parapetos. Fue habitado en los siglos I y II d. C., aunque no se descarta su fundación en época prerromana.Todo eso y luego ¡la mar! y toda la hermosa senda por la que es un gustazo perderse. Desde donde mejor se llega a este lugar es desde su entrada por Valdepares.
El mundo de Otilia. Froseira. Concejo de Boal
A veces los lugares tienen la impronta indisoluble de quienes los han habitado. Tal fue el caso de Otilia González, que durante toda su vida vivió en Froseira, en Boal, un pueblín que es una joya etnográfica y en el que se encuentran restos de una antigua ferrería, además de un molino donde aún se sigue moliendo maíz y trigo. Fue su pueblo querido, un lugar que ha marcó la vida de esta mujer, que fue la viva imagen de la simpatía, la generosidad y el don de gentes. Ella, que contó con el cariño y la compañía de los miembros de su familia, mandó construir cerca de su casa una capilla destinada a la Virgen del Carmen. Existe allí, además una ruta de senderismo que, partiendo de Doiras, lleva hasta Froseira para seguir al pico del Cuco, la Cova del Demo y el puente Urubio, para llegar de nuevo al punto de partida. A este lugar encantador se llega por la AS-12 después de pasar Doiras, por un desvío y camino asfaltado.
La más hermosa cortina de agua. Cueva del Pímpano. Concejo de Villayón
Villayón es un concejo que, sin duda, merece el título de reino del agua por el número de cascadas que acumula. Una de las caídas de agua más hermosa, es la del regueiro La Pasada El Suco sobre la cueva del Pímpano, un espectáculo sobre todo en invierno y primavera en que la cascada cae justo sobre la parte delantera de la oquedad, formando una especie de cortina de agua por cuya parte trasera se puede pasar. Todo ello en medio de un bosque donde el sonido de la naturaleza y los colores invitan a quedarse un buen rato en silencio. Lugar propio de xanas y trasgos al que se llega tras dejar atrás el pueblo de Busmente. A un lado de la carretera hay, además, un precioso molino restaurado con información sobre su actividad y uso. Desde allí apenas son 500 metros de camino fácil hasta esta cueva.
La braña que enamora, El Campel. Parroquia de Santa Coloma. Concejo de Allande
Si hay lugares que se quedan dentro, tras descubrirlos, la braña de El Campel, en el concejo de Allande, es uno de ellos. A una altura de 860 metros se llega a ella tras cruzar el puerto de La Marta, el primero que se cierra en Asturias con las nevadas. Para los amantes de la fotografía esta braña es un auténtico lujo siendo el mejor momento para ello el atardecer en que la luz, con sol, pone brillos de plata en sus cercados de piedra y sus tejados de pizarra. La braña pertenece a la aldea de Llaneces, cerca de El Rebollo, en la parroquia de Santa Coloma. Antiguamente los pastores subían a esta braña el ganado menor en los meses de primavera y verano, principalmente cabras y ovejas y, en ocasiones, dormían en la parte superior de las cabañas, mientras que el ganado se guardaba en la parte de abajo para soltarlo al día siguiente por el pasto, y marcharse a sus quehaceres. Eso sí, no era una braña de alzada, al revés de las de Valdés y Cudillero.
El monasterio habitado por los pájaros. Obona. Concejo de Tineo
Entre los numerosos lugares de parada obligada para los peregrinos que van a Santiago por el Camino Primitivo está, en Tineo, el monasterio de Obona, en la localidad del mismo nombre. Esta joya del románico asturiano llega directamente al corazón de quien se acerca hasta este lugar buscando paz, historia, y ganas de imaginar cómo era en su momento de esplendor: un centro cultural muy importante donde los monjes, además de perfeccionar las técnicas agrícolas y ganaderas, también impartían clases de Latín, Filosofía y Teología. Según un discutido documento ya desaparecido, fue fundado por el príncipe Adelgaster, hijo bastardo del rey Silo, y su mujer doña Brunilde en el siglo VIII. Los estudiosos señalan que, sobre el primigenio, se construyó en el siglo XIII este cenobio benedictino formado por la iglesia y las dependencias monacales. Hoy, siglos después, los únicos que lo habitan son la naturaleza y los pájaros.
La capilla blanca de la puerta azul. Braña de Lendepeña. Concejo de Valdés
Los amantes de las carreteras secundarias gozarán yendo hasta la braña de Lendepeña, perteneciente al pueblo del mismo nombre, en el concejo de Valdés. Aquí sin duda el camino que hasta allí conduce ya es en sí mismo un regalazo por cuanto se ve: mar, costa, horizonte, pueblos, pastos, brañas, en fin, Asturias en estado puro y generoso. Tierra de los vaqueiros de alzada, tanto la capilla como el pueblo pertenecen a la parroquia de Arcayana. Sin duda que impacta cuando, tras llegar arriba, se descubre al fondo la pequeña y preciosa capillina blanca de puerta azul en medio de una inmensidad verde donde, si algo se escucha, es el lejano zumbido de las aspas de los molinos girando a lo lejos. Allí se celebra una de las romerías más auténticas de la zona, en junio, dedicada a San Juan. La capilla fue mandada construir en 1924 por el indiano y vaqueiro Nicolás Gayo.
El molino que amaba el mar. Playa de La Vallina. Concejo de Cudillero
En el concejo de Cudillero y partiendo de la localidad de Oviñana, se llega a la playa de Vallina, de cantos rodados y poca arena, a la que se accede por una ruta sencilla y gratificante y que, ya antes de llegar hasta ella, muestra al viajero algunas de las mejores vistas de la costa del occidente y, sobremanera, del faro y el cabo Vidío. La ruta está señalizada con flechas amarillas que van cruzando el pueblo hasta llegar a una desviación, a la izquierda, donde un letrero señaliza la playa. A lo largo del sendero se siente el fluir del río Vivigo, que otros llaman allí Boumión, y en cuya orilla se levantaron hasta seis molinos harineros, buena parte ya desparecidos. En pie se mantienen, aunque sin uso, dos restaurados. Uno, en el prao, antes de bajar a la playa, con una curiosa ventana lateral y, finalmente, el que se encuentra a pie de playa, asomado a la mar, enfrentado a las mareas y las olas, y que cautiva de inmediato a quien lo descubre. A su lado cae, en pequeña cascada, el río que lo alimentaba, agua que no mueve molino, pero sin duda ilusiona a los buscadores de lugares tan especiales como este, en Asturias.

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