Fuentes del Narcea
Esta comarca guarda un gran tesoro: el Parque Natural de Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, el mayor de Asturias. Sus senderos nos conducen por un territorio salvaje, modelado por ríos y antiguos glaciares, donde aún se rastrea al oso pardo. En el corazón del parque, el bosque de Muniellos encarna una biodiversidad especialmente protegida y llena de matices. Pero no todo es paisaje, el viajero también encuentra aquí un valioso patrimonio etnográfico, y uno de los momentos más intensos del verano asturiano: la Descarga, cuando Cangas del Narcea estalla en pólvora y emoción. Entonces -y siempre que hay ocasión- se brinda con ese vino de la tierra, cultivado en grandes pendientes y fruto de un microclima único.
Entorno natural y biodiversidad
El Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias supera los 550 km². Los ríos Narcea e Ibias, junto a sus numerosos afluentes, modelan el terreno y alimentan la vida, en especial la de esos grandes bosques de robles y hayas, con una autenticidad difícil de encontrar en otras partes del continente. La fauna salvaje y el ser humano conviven aquí en una armonía poco común.
Parque Natural de Fuentes de Narcea, Degaña e Ibias
Hay quien llama a este parque el Yellowstone asturiano. Si observamos a vista de pájaro su vasta extensión, descubrimos un tapiz abrupto de montañas, gargantas, vegas, valles hondos y masas forestales interminables. Los límites del parque abarcan buena parte del sur de Cangas del Narcea, toda Degaña y una franja oriental del concejo de Ibias. Una geografía en general poco poblada que ha sido la mejor aliada del oso pardo, el lobo, las martas, los gatos monteses o el desmán ibérico, ese tímido habitante de los ríos, entre topo y musaraña, que está en peligro de extinción.
La Casa del Parque, ubicada en las antiguas caballerizas del monasterio de Corias (Cangas del Narcea), divulga los valores naturales y culturales, y la normativa de este espacio natural. Con sus visitas guiadas y sus cinco salas temáticas, con paneles, audiovisuales y maquetas, nos cuenta los pormenores de una de las zonas de mayor riqueza biológica de toda la montaña cantábrica.
El bosque de Muniellos
Para poder adentrarnos en este diamante forestal hay que pedir permiso. La norma la pone la administración, pero parece que es la propia naturaleza la que cuelga el cartel de “completo” para seguir intacta. Solo veinte personas al día pueden visitarlo, y así se mantiene como el robledal mejor conservado de Europa. Puedes consultar aquí la guía para visitar el bosque de Muniellos.
Hablamos de una Reserva Natural Integral de casi 55 km², rodeada de cumbres de 1.500 metros, con una foresta donde crecen líquenes endémicos conocidos como las “barbas de capuchino” -señal de un aire excepcionalmente puro-. Declarado Reserva de la Bisofera por la UNESCO, este bosque es un vestigio vivo de lo que fue, siglos atrás, la esencia de la Cordillera Cantábrica.
El acceso a Munieḷḷos parte de Las Tablizas, a unos 20 km de Cangas de Narcea, donde se ubica el Centro de Recepción de Visitantes. Desde aquí arranca un sendero autoguiado de 500 metros, con paneles divulgativos (también en Braille), que prepara al caminante para lo que viene: un exigente recorrido circular de 20 km que enlaza viejas pistas forestales con las lagunas glaciares como la Grande, la Isla, la Honda y la Peña -o las más apartadas de Peñabelosa y la Belosa, que sólo aparecen en época húmeda-. El itinerario, del roble al brezo y del abedul a la haya, es un festival botánico que pide silencio. Entre los hitos, el Roblón de Fonculebrera y el Xardón de la Candanosa, un monumental acebo de 30 metros. Cerca de él se encuentran el propio mirador de la Candanosa y el Centro de Interpretación de Muniellos, instalado en una antigua cantera y equipado con salas interactivas, proyecciones y maquetas.
Cuetu d’Arbas
En el extremo oriental del Parque, sierras como Degaña, Oubachu o Xinestosu alcanzan su techo en el Cuetu d’Arbas (2.002 m.), mirador natural hacia Somiedo, el Cornón y, en días claros, las Ubiñas. Su cumbre y entorno forman una Reserva Natural Parcial de 29 km², con geología singular, vegetación subalpina y una clara huella glaciar que se aprecia a cada paso. Desde El Puertu (Puerto de Leitariegos, el pueblo más alto de Asturias), se alcanza la cima gracias a una ruta breve pero que pide buenas botas. En el camino asoman turberas, circos, aristas y varias lagunas de montaña. La de Arbas aparece a los 35 minutos de caminata y es la más conocida, aunque también destacan Reconcos —último refugio peninsular del nenúfar amarillo—, la Chauchina, Changreira o la Veiga de Palo, cada una con su propio microcosmos.
Rutas naturales por Fuentes del Narcea
Además de los itinerarios por Munieḷḷos y el Cuetu d’Arbas, esta comarca ofrece más de 300 km de senderos señalizados: un auténtico paraíso para el senderista. La ruta del bosque de Moal, sin ir más lejos, resulta perfecta para quienes no consigan plaza para acceder a Munieḷḷos. Parte de la aldea homónima - Pueblo Ejemplar de Asturias en 2018 -, y asciende entre castaños y robles hasta un hayedo solemne y húmedo, donde la luz se filtra en jirones y crea una atmósfera cautivadora. La senda nos acerca al mirador de El Montecín, donde nos asomaremos al valle de Mual y a los dominios protegidos de Munieḷḷos. Otra forma de divisar esta reserva es desde la población de Pousada de Rengos. Aquí parte una ruta circular de 15 km. que asciende a la cascada de Agua Blanca, sigue por la sierra del Pandu y recorre una línea cumbrera desde la que gozaremos de buenas vistas sobre Munieḷḷos y el valle del Naviegu.
Ruta obligada por el bosque también es la del hayedo del Monasterio de Hermo, que con sus más de 1.500 hectáreas de extensión (casi la mitad que Munieḷḷos), es el “fayeu” más grande de Asturias y uno de los mayores de la península. Su bóveda vegetal es tan cerrada que impide crecer al sotobosque, cobijando una fauna esquiva (desde arceas hasta osos). También destila un aire arcano: al parecer, las brujas celebraban aquelarres en la cercana Vega del Palo.
Para los amantes de la BTT, en esta comarca no faltan recorridos ni retos, especialmente en los valles que recorren el ríu Coutu, desde donde se asciende a cumbres como L’Artosa (720 m) o el Oubachu (848 m). Otra opción más exigente nos lleva a las cimas de Ibias, en una ruta circular que parte de San Antolín y pasa por Cecos, Peña de Tuña, Chao da Serra, Chao d’Arqueira y Caldevilla.
El cicloturismo, por su parte, es una magnífica forma de conocer el territorio a otro ritmo. Resulta obligada la subida al Altu L’Acebu (1.206 m), con vistas espectaculares y parada en su famoso santuario. También merece la pena la Ruta de los Puertos, que atraviesa el Pozu las Muyeres Muertas o El Connio, combinando rampas duras, paisajes únicos y pasos próximos a Munieḷḷos. La comarca de Fuentes del Narcea ofrece además otras propuestas cicloturistas que merece la pena explorar.
Actividades y rutas de ecoturismo
Con un patrimonio natural de tal calibre, no es de extrañar que la comarca se proteja a sí misma y promueva un turismo responsable que respete tanto el entorno como a quienes lo habitan. Aquí, la interpretación de la naturaleza es mucho más que una actividad turística, es una forma de alfabetización sensorial. Los guías profesionales nos enseñarán a distinguir una retama de un tojo, a leer en los pliegues del terreno la historia de los glaciares o la herencia minera romana. También a discernir con claridad el rastro de un oso.
Avistamiento de fauna
En estas tierras, la vida salvaje respira con libertad y nos recuerda que los bosques ya eran suyos antes de que hubiese mapas. El oso pardo cantábrico vive a su aire y en número creciente -ya son unos 250 en la zona occidental, triplicando su censo desde los años 90-. Este es uno de los escasos lugares de Europa donde, con paciencia y unos buenos prismáticos, se puede ver al oso en libertad. También es posible escuchar el aullido del lobo o seguir el rastro del gato montés, atentos siempre a las indicaciones y consejos de los guías locales. Ellos nos enseñan que no hace falta “ver” para “sentir” la naturaleza: basta con estar atentos, escuchar, y observar sin hacer ruido. Los animales se esconden, pero dejan señales que podemos aprender a reconocer y disfrutar.
En cualquier caso, los mejores momentos para observar fauna son el amanecer y el atardecer, cuando el bosque se activa. En miradores como el de Fonduveigas (Degaña), que se abre en plena AS-15 como una ventana al bosque, se pueden avistar rebecos, jabalíes y, con algo de suerte, osos o lobos. Muy cerca, el mirador del Alto El Capillo abre una vista magnífica sobre los valles de Degaña, donde reconocemos de inmediato los signos del pastoreo tradicional.
Patrimonio etnográfico
Tras el rastro de la fauna, la naturaleza da paso a siglos de historia humana. Desde los dólmenes neolíticos de Pradias o Seroiro, pasando por castros como Valcabu, Cecos o Degaña, hasta las explotaciones auríferas romanas de El Corralín y San Fliz. En la Edad Media, el Monasterio de Corias fue motor espiritual y vinícola del occidente asturiano, y surgen palacios como el de los condes de Toreno, en Cangas de Narcea, o el de Tormaleo, en Ibias.
En Degaña e Ibias, los pueblos aún muestran a las claras sus pallozas de teito, cortinos, molinos y calechos. Localidades como Xinestosu, Riodeporcos, Sisterna o Trabáu conservan no sólo su arquitectura tradicional, sino también el saber artesano de oficios asturianos tradicionales: madreñeiros, cesteiros o cunqueiros -estos últimos realizaban utensilios de madera caseros que vendían en las ferias de Castilla, Extremadura o Andalucía, y entre ellos hablaban el tixileiro, una jerga gremial-. También alfareros como los de Ḷḷamas del Mouru, en Cangas de Narcea, que aún siguen haciendo historia con su cerámica negra: cántaros, escudillas y caveros cocidos al fuego y teñidos con el humo ahogado del horno. A solo 17 km. de la villa de Cangas, Besullo/Bisuyu conserva su arquitectura tradicional intacta y presume de un mazo histórico donde los antiguos ferreiros forjaban hierro en una veintena de talleres. La historia tradicional de este y otros oficios se nos narra en el Centro de Recepción de Visitantes “Alejandro Casona” -el famoso dramaturgo de la generación del 27 tiene en esta aldea su casa natal-.
Para conocer aún mejor el patrimonio etnográfico de la zona conviene visitar el Centro de Interpretación del Paisaje “Casa Florencio”, en Cerredo (Degaña), una casona del XIX con hórreo y capilla que hoy acoge exposiciones temporales y la propia Oficina de Turismo. Por otro lado, en San Antolín de Ibias, el Aula de la Naturaleza explica la historia, el paisaje y las costumbres de la zona; justo al lado se encuentra la Palloza, una vivienda tradicional de planta redonda, cubierta de paja y heredera de las antiguas construcciones castreñas. Desde aquí mismo parte la Ruta del Oro, que aprovecha el trazado de antiguos caminos romanos y transita entre viñedos centenarios, molinos de agua junto al río Ibias y colmenas rodeadas de cortinos, esas construcciones de piedra ideadas para proteger las colmenas de los osos. Parte de este patrimonio rural también podemos disfrutarlo en la sencilla ruta de Courias a El Puelu, en las inmediaciones de la villa de Cangas.
Consejos prácticos para el visitante
Cangas del Narcea, a sólo dos horas por carretera desde Oviedo/Uviéu, es la puerta de entrada a una comarca que cambia con las estaciones: verdes primaverales, avistamiento de osos en verano, bosques y vendimia en otoño, y paisajes nevados en invierno, con esquí en la cercana estación leonesa de Leitariegos.
Lo mejor es alojarse en casas rurales, donde la hospitalidad resulta tan auténtica como el paisaje. Aquí es posible amanecer entre viñedos y bosques, y acompañar el desayuno de miel verdadera. Si a primera del día hora aún no tenemos claro qué ruta emprender, y tampoco no nos ha dado tiempo a contratar actividades de ecoturismo como las citadas en este reportaje, siempre podremos tomar la carretera AS-348 hacia el Puerto del Connio. En el kilómetro 11 existe un discreto apartadero que nos regala la panorámica más buscada: el robledal de Muniellos. Tampoco es mala idea acercarse al Santuario de L’Acebu, uno de los más venerados en el occidente asturiano. Desde los miradores que rodean la ermita se puede disfrutar de vistas panorámicas del concejo de Cangas del Narcea, el más grande en superficie de toda la comunidad autónoma y el segundo mayor de España.
Las calles de la villa de Cangas del Narcea, siempre animadas, reflejan la vida de toda la comarca y animan a descubrir casas blasonadas, buena mesa y rincones con carácter. El día 16 de julio, la celebración de Nuestra Señora del Carmen – La Descarga, fiesta declarada de Interés Turístico del Principado de Asturias, es una sacudida sin parangón, con decenas de miles de “voladores” estallando al unísono y provocando un terremoto sonoro que hace temblar el suelo. Los primeros días de agosto el verano toma más cuerpo aún con el Prestoso Fest(se abre en una pestaña nueva), un encuentro que mezcla sin complejos la música “indie” (conciertos de figuras nacionales, bandas internacionales y consagrados DJ’s) con visitas a bodegas, experiencias gastronómicas y rutas por la naturaleza. El nombre lo dice todo: “prestoso” en Asturias es algo que gusta mucho.
A escasos tres kilómetros de la villa de Cangas, el monasterio de Corias -hoy Parador Nacional- recuerda que aquí la viticultura se practica desde la Edad Media, gracias a una tradición que iniciaron los monjes. Tras su esplendor en el XIX y el golpe de la filoxera, los vinos de Cangas han renacido con denominación de origen propia (DOP Cangas), elaborados con variedades autóctonas muy características como el Albarín Negro, el Carrasquín o el Verdejo Negro. En pendientes imposibles que superan los 30 grados de inclinación, la vendimia se convierte es una gesta que hay que celebrar por todo lo alto, como así ocurre con la Fiesta de la Vendimia del Vino de Cangas, declarada de Interés Turístico del Principado de Asturias. El Museo del Vino y las bodegas de la zona permiten descubrir esta tradición heroica e iniciarse en los caldos propios, que tiene su continuación natural en los chigres, donde la teoría se convierte en experiencia directa. El vino marida estupendamente con la despensa culinaria de la comarca. Embutidos autóctonos con los sabores intensos del cerdo: andolla, chosco, butiellu o cachola; pote de berzas, pescado de los cotos ribereños, carne roxa de la raza Asturiana de los Valles, platos de caza con jabalí, corzo o perdiz, todo ello acompañado con una generosa huerta autóctona.
El concejo de Ibias, que se da la mano con León y Galicia, guarda un mundo rural intacto. Pallozas, hórreos con cubierta vegetal y pueblos llenos de carácter como San Antolín (capital del concejo) y otros como Riodeporcos o Pradías. Degaña, valle glaciar de verdor persistente, muestra aún la intensa actividad romana en busca de oro con la técnica de la “ruina montium”. El alma de este concejo lo encontramos en la propia Degaña (su núcleo principal) y en pueblos como Zarréu o Trabáu, también en miradores como La Corza o El Oso y áreas recreativas como La Collada, donde cada mes de junio se celebra la Fiesta de la Collada, un encuentro que reúne a vecinos y visitantes en torno a puestos de comida y artesanía, música de gaitas, certamen de ganado y exhibiciones de caballos. Por la noche, una queimada compartida bajo las estrellas.
Otra belleza de este concejo es la ruta Por donde camina el oso, que se abre paso, entre robles y castaños centenarios, por un camino que comunica Sisterna (Ibias) y Zarréu (Degaña), pueblos donde sus habitantes comparten este vial con una especie tan emblemática como el oso, que habita por la zona. Castaños de enormes dimensiones, líquenes que nos dan idea de la pureza del aire, la edificación de una antigua central eléctrica en medio del bosque, o vestigios de la minería romana son algunas de las sorpresas de esta ruta. Por donde camina el oso es una ruta lineal y con poco desnivel, aunque tiene casi 20 kilómetros de longitud. Así que tal vez lo más adecuado es que cada persona la adapte a su preparación física y sino la hace completa, puede recorrer el tramo más acorde a sus posibilidades.
Cangas de Narcea, Ibias y Degaña forman una comarca donde cada rincón reclama tu mirada y tu tiempo.
Galería de Imágenes
Mapa
Qué ver
- Parador de Corias.
- Bodegas, viñedos y Museo del Vino de Cangas del Narcea.
- Rutas en el Parque Natural de Las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias y Reserva Natural Integral de Muniellos.
- Valle de Degaña. Observación de osos.
- Artesanos: Fábrica de madreñas Virgen de los Remedios (Pambléi - Cangas del Narcea) y Ceramica Negra de Llamas del Mouro (Ḷḷamas del Mouru – Cangas del Narcea).
- Riodeporcos, Alguerdo, Uría, etc. Pueblos emparrados en Ibias.