Esta tierra del occidente asturiano tiene el alma dividida entre dos mundos: el mar bravo y las brañas tranquilas. Aún se encuentra oro en sus ríos y la autenticidad reluce por todas partes. En las lomas onduladas resisten las cabañas de piedra que guardan la memoria de los vaqueiros: pastores nómadas y tenaces que dan nombre a la comarca. Vemos ganado en libertad, nos sentamos a la sombra de los robledales y después descendemos hacia el litoral, que nos sorprende con playas agrestes, calas escondidas y paisajes marinos intactos. En las villas marineras de Luarca/Ḷḷuarca y Cudillero, los pescadores conservan ritos y palabras que fortalecen más aún las raíces de este territorio.
Historia de la Comarca Vaqueira
Desde el dolmen de Merillés en las zonas altas de Tineo, hasta las aldeas que se asoman al mar, cada rincón de esta comarca guarda un legado que se aferra a la tierra. El castro de San Chuis, en Allande, estuvo habitado desde la Edad de Bronce: fue fortaleza castreña, enclave romano y epicentro de la fiebre del oro que dejó huella en la zona con topónimos como Valledor, Montefurao o Río Oro. Tradición aurífera que todavía continúa en Navelgas, conocida como el “Valle del Oro”, sede anual del Campeonato Nacional de Bateo y del Museo del Oro de Asturias -además de Pueblo Ejemplar de Asturias en 2005 -.
Caminos a Santiago
Pero en la Comarca Vaqueira no hay que “batear” la historia para encontrarla, está muy a la vista. Hay dos caminos que la “recorren” y la explican: el Camino Primitivo y el Camino de la Costa a Santiago, ambos Patrimonio de la Humanidad desde 2015. El Camino Primitivo, el más antiguo de todos, cruza la Comarca Vaqueira hasta el Puerto del Palo, sembrando historia a cada paso. Empezando por el monasterio de San Salvador de Cornellana (1024), un gran centro espiritual y económico de su tiempo. Más adelante, a la entrada de la villa de Salas, esperan la iglesia de San Martín y su tejo milenario. Las lápidas de la iglesia se conservan hoy en el Museo del Prerrománico de esta villa, cuya sede está en la antigua capilla del Palacio de Valdés Salas, la casa del influyente arzobispo e inquisidor que fundó la Universidad de Oviedo. La Colegiata de Santa María la Mayor, concebida como panteón del arzobispo, suma estilo gótico, renacentista y barroco al paisaje monumental de la localidad.
En Tinéu, la iglesia de San Pedro acoge el Museo de Arte Sacro, con una destacada colección de orfebrería religiosa, y tallas medievales y barrocas. Cerca, el pueblo de Tuña (Pueblo Ejemplar de Asturias en el año 2000) conserva elegantes casonas como la Torre de Campomanes y la casa natal del General Riego, famoso por su pronunciamiento a favor de la Constitución de 1812. Sin salirnos de Tineo, el monasterio de Obona conserva su aire noble y su relación con el Camino Primitivo desde tiempos de Alfonso II el Casto. Pero fue en el siglo XIII cuando Alfonso IX lo convirtió en paso obligatorio para los peregrinos, aumentando así su importancia en la vida económica y espiritual de la comarca.
En Allande, la ruta jacobea se empina por el Puerto del Palo, uno de sus tramos más bellos y exigentes. Pola de Allande presume del palacio de los Cienfuegos de Peñalba, silueta poderosa sobre una colina, mezcla de fortaleza y residencia señorial del siglo XVI.
Pero el otro camino -el costero- también dejó su huella en la comarca. En Cudillero, la iglesia de Santa María de Soto de Luiña es uno de los conjuntos barrocos más notables de Asturias. Gracias a su vinculación al Camino ha sido reconocida por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad, igual que ocurre con el antes citado monasterio de Cornellana, como parte del legado universal que representan ambas rutas. En el municipio de Valdés destaca la torre de los Peláez de Villademoros, familia asturiana descendiente del rey Don Pelayo. Una construcción defensiva, posiblemente utilizada con fines militares durante la monarquía asturiana.
Las tradiciones Vaqueiras
Desde la Edad Media, los Vaqueiros de Alzada fueron pastores trashumantes que vivieron en un ir y venir estacional entre los valles y las montañas. Esta práctica -la alzada- no era solo una estrategia económica, sino una forma de vida autosuficiente, de fuerte espíritu comunitario y profundamente ligada al paisaje. Pero por su carácter errante, por hablar distinto, por no someterse a los registros parroquiales ni al diezmo, los vaqueiros fueron discriminados, excluidos de iglesias y cementerios, y considerados "no vecinos” por los habitantes sedentarios conocidos como “xaldos”. Para hacer frente a este estigma se unieron aún más a través de la música, la gastronomía o rituales como la boda vaqueira, que aún se celebra cada último domingo de julio en la braña de Aristébano (entre Tineo y Valdés), en el marco de la Fiesta Vaqueira o Vaqueirada (Fiesta de Interés Turístico del Principado de Asturias), que recrea esta celebración nupcial a la usanza tradicional, animada con danzas y coplas, y representada fielmente con indumentaria vaqueira.
La cultura rural también se festeja con orgullo en Navelgas, donde en noviembre la Noche Mágica y Festival Esfoyón y Amagüestu revive las reuniones para deshojar el maíz, incluyendo cantares, cuentos, castañas y frixuelos. En San Martín de Luiña, cada primer fin de semana de agosto, el Mercado Vaqueiro convierte el pueblo en una fiesta con gaitas, pasacalles y excursiones a las brañas.
Quien quiera conocer de cerca esta cultura -uno de los patrimonios intangibles más valiosos de Asturias- puede acudir al Museo Vaqueiro de Asturias, en Naraval (Tineo). La visita incluye una casa del siglo XVIII con su panera y su pajar, y un recorrido por la braña de Folgueras del Río, donde conoceremos una antigua vivienda de verano.
Marinos, indianos y palacios
Mientras los vaqueiros recorrían brañas y puertos de montaña, en la costa se desarrollaban otras formas de vida no menos intensas: marinos, pescadores y emigrantes tejían su identidad entre redes, mareas y sueños de ultramar.
En la villa de Cudillero, la jerga “pixueta” nació en la Edad Media como un modo de hablar entre los pescadores que faenaban juntos: servía para entenderse entre ellos y, sobre todo, para que los demás no los entendieran. Su máxima expresión es la Fiesta de L’Amuravela, que hunde sus raíces en el siglo XVI y se celebra anualmente el día de San Pedro (29 de junio). Tiene como acto central un sermón en verso, recitado en pixueto, que resume con humor e ironía los acontecimientos del año. Más al oeste, en la célebre villa marinera de Luarca/Ḷḷuarca, en la parte más alta del barrio de “El Cambaral”, existe aún la Mesa de Mareantes y Navegantes, donde este gremio se reunía para debatir sus asuntos ya desde la época medieval.
Pero la gente de la comarca no sólo salió a la mar a faenar o comerciar, también lo hicieron para emigrar, sobre todo desde mediados del siglo XIX. Muchos regresaron con fortuna y levantaron majestuosas casas, como las que se ven en Viḷḷar de Ḷḷuarca, un barrio que parece un museo al aire libre y que refleja el sueño cumplido de los indianos en construcciones como Casa Guatemala, Villa Carmen (donde nació Severo Ochoa), Villa Argentina o la impresionante Villa Excelsior. Aunque existen ejemplos de esta arquitectura en toda la comarca, destaca especialmente Malleza, en Salas, conocida como la pequeña Habana, porque en sus calles abundan casonas construidas por los que emigraron a Cuba.
En paralelo al dinero indiano, los hermanos Selgas, financieros y filántropos que hicieron su fortuna en España, invirtieron su inmensa fortuna en crear un palacio digno de museo: la Quinta de Selgas. Sus salas acogen obras de Goya, Rubens o Brueghel el Joven, entre tapices, techos artesonados y muebles regios. El palacio se encuentra en El Pito (Cudillero), se le apoda el Versalles asturiano y es visitable en verano(se abre en una pestaña nueva).
Rutas en naturaleza: brañas y costa
La Comarca Vaqueira, con sus cerca de 1.600 kilómetros cuadrados de extensión, es un mosaico inimitable de paisajes atlánticos: lomas, brañas, valles, bosques autóctonos, ríos, acantilados y playas salvajes.
Rutas vaqueiras
Para el senderista con alma de etnógrafo, las Rutas Vaqueiras ayudan a comprender gran parte de este territorio mientras se camina. Múltiples itinerarios permiten el reencuentro con la memoria de ese pueblo trashumante que fueron los vaqueiros. Quizás la opción más popular sea la Ruta de las Brañas Vaqueiras, en Cudillero, un recorrido circular de unos 24 km que parte de San Martín de Luiña y recorre antiguos itinerarios ganaderos, bosques y pastos de altura.
Sólo en Valdés hay 58 brañas catalogadas, y 9 de ellas se encuentran en la parroquia de Paredes, una zona articulada en torno al río Esva, que ha modelado un paisaje de profundos desfiladeros como las populares Hoces del Esva, declaradas Monumento Natural. Impresionante cañón con paredes de hasta 500 metros de caída y uno de los mejores bosques de ribera de la península. La ruta transcurre entre pasarelas, bosques y brañas, existiendo recorridos de distinta duración y dificultad, con acceso desde pueblos como Bustiello, Caeras o San Pedru.
Otra ruta muy recomendable es la que sale de la villa de Salas y sigue parte del Camino Primitivo hasta llegar a la cascada de Nonaya, un rincón muy fotogénico. El recorrido es lineal, de 8,2 km ida y vuelta, fácil y perfecto para hacer en familia.
Además de las rutas, la comarca está llena de rincones naturales que merece la pena conocer. Uno de ellos es el embalse de La Barca, entre Tineo y Salas, uno de los mayores del occidente asturiano, rodeado de montañas y pinares. Otro lugar especial es la aldea de Valentín (Tineo), donde, junto a su ermita, se encuentra el Carbayón de Valentín, un roble enorme y centenario, declarado Monumento Natural. Mide más de 10 metros de perímetro y su copa se extiende 20 metros. Se cree que tiene más de 700 años y ya aparece citado en documentos anteriores al descubrimiento de América.
Cabos, faros y playas
A medida que descendemos desde las zonas altas al litoral de la Comarca Vaqueira, el paisaje se transforma y los últimos prados abiertos de la rasa costera dan paso a acantilados abruptos y playas que van de lo agreste a lo familiar. El Cabo Busto, en el concejo de Valdés, es uno de los mejores miradores del litoral occidental asturiano. La ruta circular que lo rodea, bien señalizada y sin apenas desnivel, permite caminar unos 8 km con vistas continuas al Cantábrico, especialmente hermosas al atardecer. A lo largo del camino, ocho miradores permiten asomarse a un paisaje salvaje: playas escondidas como Bozo, Serrón o Barchinas, acantilados verticales, y el propio faro de Busto, que lleva guiando a los navegantes desde 1858.
El Cabo Vidio, en Oviñana (Cudillero), impone su belleza desde 100 metros de altura. Su faro, activo desde 1950, ofrece vistas que en días despejados alcanzan desde Cabo Peñas hasta Estaca de Bares. Su entorno, ideal para pasear o contemplar el paisaje, cuenta con miradores como el del Sablón, célebre por su banco frente al mar.
Desde este entorno parte una ruta hacia la playa del Silencio o Gavieiro, quizás la más icónica de la costa occidental asturiana. Resguardada por acantilados y salpicada de islotes, conserva un ambiente intacto que refuerza su bello nombre. Otras playas de Cudillero, como la Concha de Artedo o San Pedro de la Ribera, ambas con bandera azul, son perfectas para disfrutar en familia. En cambio, enclaves como Oleiros, Vallina o Gueirúa ofrecen paisajes vírgenes y escarpados, con espectaculares formaciones rocosas, restos de antiguas cetáreas y una rica biodiversidad marina que invita a la exploración durante la bajamar.
En el concejo de Valdés hay varias playas de fácil acceso y muy concurridas en verano. Cadavedo o Ribeirona, con forma de concha, fue un antiguo puerto ballenero. La playa de Cueva, con forma de concha, y con arena oscura y piedra, se encuentra en un paraje muy bello, en la misma desembocadura del río Esva. La playa de Otur es un arenal de 600 metros con dunas, arena fina, buenos servicios playeros y gran tradición surfera. Portizuelo no es una playa al uso, sino un rincón escondido con formaciones rocosas sorprendentes. Una de ellas les recuerda a algunos la máscara de Sauron, del Señor de los Anillos. Por su parte, en la villa de Luarca/Ḷḷuarca se despliegan de forma consecutiva las playas Primera y Segunda y, la más apartada, Tercera o Salinas. Son urbanas y muy frecuentadas por familias y paseantes. Por último, la Reserva Natural Parcial de Barayo, en la frontera entre Navia y Valdés, es mucho más que una playa: un santuario de la naturaleza con río, mar, bosque, dunas, aves migratorias y una arena finísima.
Guía para disfrutar de la comarca
Además de paisajes y patrimonio, la Comarca Vaqueira vibra con sus fiestas, se saborea en sus mesas y se disfruta mejor con el trato cercano de su gente. Un buen ejemplo es La Regalina (Cadavéu, Valdés), que no solo es una ermita y un mirador espectacular sobre el Cantábrico, sino también el escenario de una Fiesta de Interés Turístico del Principado de Asturias. Se celebra el último domingo de agosto, con una colorida procesión hasta este lugar tan especial. El paisaje marino, los trajes tradicionales, los ramos de alfiladas y la propia ermita forman una estampa vibrante.
San Timoteo, es ese santo jovial y cómplice que Luarca/Ḷḷuarca celebra cada 22 de agosto en una de las romerías más animadas y multitudinarias de la región, declarada también Fiesta de Interés Turístico del Principado de Asturias. El origen de esta celebración es más que curioso: primero se eligió la fecha en el santoral, luego el “prao” de la fiesta, después se construyó la capilla y, por último, se encargó la figura del santo (un santo a medida, por tanto). Vestidos con su chambrón de cuadros, su bastón y la “T” de pan al cuello, los timoteínos convierten esta cita en un hervidero de gaitas, charangas, gigantes y cabezudos, y cánticos desatados, con bastones al aire y el estribillo inconfundible de “San Timoteo, eo, eo”.
La pesca del primer salmón en el Narcea marca el inicio de la temporada y da paso a la subasta del Campanu en Cornellana, un evento central de la Feria del Salmón, declarada Fiesta de Interés Turístico en Asturias.
La gastronomía tiene en Cudillero uno de sus rincones más especiales. Un pueblo con vocación escénica, que tiene un llamativo anfiteatro de casas de colores colgadas sobre el mar, con la mirada puesta en el horizonte, y con el Santo Cristo de la capilla medieval del Humilladero protegiendo el lugar en días de galerna. Pero aquí el mar no sólo se contempla, también se come. La lonja sigue activa cada día, y la pesca de bajura alimenta cocinas donde brillan los mariscos del Cantábrico y pescados nobles como la merluza del pincho, el pixín (rape), el besugo o el rodaballo, preparados al horno, a la plancha o en calderetas.
En Luarca/Ḷḷuarca, se cocina como se vive: entre el mar y el campo. A la tradición asturiana de la fabada y el pote, se suman sabores propios como los calamares de potera, la sopa de pixín o el congrio a la luarquesa. La llamada Villa Blanca de la Costa Verde se descuelga en cascada desde su famoso cementerio de la Atalaya al puerto, como si quisiera zambullirse en el agua. En barrios como La Pescadería o El Cambaral aún se respira aire medieval. El puerto sigue rulando pescado fresco cada día. Las playas, los paseos y el Bosque - Jardín de la Fonte Baxa, con sus veinte hectáreas botánicas junto al mar, completan una de las postales más famosas de Asturias.
Tinéu también se saborea. Su producto estrella es el Chosco, un embutido con sello de calidad (IGP), muy versátil: se come con verdinas, guisantes, trucha, patatas o simplemente solo. Por otra parte, su casco urbano, declarado Conjunto Histórico, conserva el aire rural en sus hórreos y lavaderos, y enseña rincones como el paseo de los Frailes, la fuente de las Musas, el reloj solar jacobeo o la bolera de San Roque, corazón de sus fiestas. En su Calle Mayor se ven blasones y restos del antiguo hospital de peregrinos. En este municipio nacieron figuras como Campomanes, clave en la Ilustración, y Maldonado, último presidente de la II República Española en el exilio.
De postre nos hemos dejado a Salas, esa villa medieval que suma nada menos que cuatro Monumentos Nacionales -como ya hemos visto en el apartado histórico-, y que endulza a quien la visita con los Carajitos del Profesor, pastas de avellana nacidas en 1918 en casa de un tal Falín, profesor de música, funerario y dulcero aficionado.
Ha llegado la hora de tomarnos un café a la espera de una lección de astronomía. Porque además de con su tierra, esta comarca también brilla con su cielo nocturno. Allande, primer Concejo Starlight de España, convierte la oscuridad en espectáculo, con sus noches guiadas por astrofísicos y un observatorio en camino. Y como de ciencia hablamos, nada como visitar en familia el Parque de la Vida (La Mata, Valdés), donde cohetes, fósiles y calamares gigantes nos enseñan a ver el mundo con otros ojos.
Si queremos acercarnos a esta tierra, tendremos en cuenta que, desde el este, se accede cómodamente por la A-63 (Oviedo/Uviéu–La Espina). Desde ahí, una red de carreteras secundarias -la AS-15 hacia Cangas del Narcea, la AS-14 que roza Allande, o la AS-219 que vertebra Tineo- permite internarse en valles, montes y pueblos. La costa, por su parte, se descubre a lo largo de la N-634. En cuanto al alojamiento, existen opciones para todos: casas rurales con encanto, casonas indianas, hoteles familiares, albergues para peregrinos o campings bajo los pinos, donde contemplar las estrellas y quedarnos en silencio más de lo acostumbrado.
Galería de Imágenes
Mapa
Qué ver
- Villa de Luarca/Ḷḷuarca, Cabo Busto y Braña de Aristébano.
- Reserva Natural de Barayo
- Villa de Cudillero y Cabo Vidio.
- Villa de Salas y Cornellana.
- Villa de Tinéu, Tuña y Navelgas.
- Pola de Allande y San Emiliano.