Mucho antes de que se consolidara el Camino Francés, sin duda la ruta jacobea más conocida y transitada, los romeros medievales empezaron a preferir para su aventura el llamado Camino de la Costa, un recorrido de 815 kilómetros que atravesaba el noroeste peninsular siguiendo la línea de costa.

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Imagen de un peregrino entrando en Asturias por el Camino de la Costa, mirando un cartel informativo del Camino.

Pronto fue el más usado por aquellos peregrinos que empezaban su viaje por mar, embarcándose en cualquiera de los puertos del norte de Europa para terminar desembocando en la cornisa cantábrica.

El Camino del Norte, también llamado Camino de Santiago de la Costa, vendría a ser la prolongación del llamado "Camino de Soulac", que recorre las tierras más occidentales de Francia, una vez éste se adentra en la Península Ibérica. Si el Camino Primitivo constituyó la primera vía de peregrinación jacobea y trazó el itinerario que debían seguir aquellos que se encaminasen a la tumba del apóstol desde la capital del Reino de Asturias, el Camino de la Costa fue definiendo poco a poco la ruta de aquellos que venían desde más allá de la vieja sede regia y buscaban sendas menos arduas por las que llegar a Compostela.

Cabe señalar que, aunque en torno a los siglos XI y XII los distintos monarcas empezaron a promocionar el Camino Francés, la ruta primitiva y la de la Costa mantuvieron un auge considerable por su condición de itinerarios seguros, ya que transcurrían por territorios netamente cristianizados, frente a aquella otra vía, que aún estaba expuesta a posibles incursiones musulmanas y entrañaba, por lo tanto, un mayor riesgo.

El recorrido del Camino de Santiago de la Costa

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Imagen de dos peregrinos en las proximidadesde de la playa de El Viso/Moracey en el concejo de Caravia al fondo.

Hay constancia de que durante el siglo XIII el Camino de Santiago de la Costa conservaba su apogeo gracias a los peregrinos que optaban por ese itinerario al llegar al paso de Irún y a los que desembarcaban en los puertos de Bermeo o Bilbao.

En nuestros días, la ruta viene a ser una especie de némesis del mencionado Camino Francés: si éste atraviesa grandes zonas montañosas para desenvolverse luego por las arideces mesetarias, aquél supera la franja fronteriza para discurrir en paralelo al mar Cantábrico, regalando toda una panorámica de las circunstancias históricas, económicas y sociales que han regido el devenir del norte peninsular.

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Imagen de un peregrino en la ciudad de Xixón/Gijón observando el Palacio de Revillagigedo.

El Camino de la Costa arranca en Irún y llega a Santiago después de atravesar todo el norte peninsular. Entra en Asturias por la ría de Tina Mayor y abandona la comunidad autónoma por la ría del Eo, recorriendo a lo largo de ese periplo entre dos aguas más de 280 kilómetros y veintiún concejos. Durante el trayecto, se combinan las Asturias rural y marinera con otra de carácter urbano, cuyos dominios se presentan fuertemente industrializados, dibujando así un perfil tan completo como idiosincrásico de una tierra que tiene muchas más caras de las que suelen reflejar las postales turísticas.

El itinerario oficial, que consta de trece etapas a su paso por la comunidad autónoma, puede dilatarse o contraerse tanto como los peregrinos quieran, ya que la zona cuenta con suficientes albergues y establecimientos turísticos como para que cada cual pueda amoldar sus pasos a las exigencias del Camino.

Recorre el Camino de Santiago de la Costa a tu ritmo y descubre la esencia de Asturias.  Más de 280 kilómetros  entre  rías,  pueblos marineros  y  ciudades  te esperan en esta ruta  llena de contrastes.

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Mapa del Camino de Santiago de la Costa.

Itinerario y etapas del Camino de la Costa

El Camino de la Costa empieza en Irún y, tras recorrer todo el norte de España, llega hasta Santiago de Compostela. En Asturias, entra por la ría de Tina Mayor y sale por la del Eo, un viaje de más de 280 kilómetros que atraviesa 21 concejos. El atractivo de este camino es que te permite conocer las diferentes caras de Asturias: pueblos marineros con mucho encanto, zonas rurales con paisajes increíbles y ciudades llenas de historia.

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Entre el mar y la montaña, del centro a la periferia

Uno de los principales atractivos de Asturias radica en la simbiosis entre el mar y la montaña. Ambos son protagonistas indiscutibles del Camino de Santiago de la Costa. El primero, porque guía la andadura de los caminantes desde que entran en la comunidad autónoma por el concejo de Ribadedeva hasta que la abandonan por tierras de Vegadeo. La segunda, porque hará notar su presencia de distintas maneras: con evidente rotundidad al principio, cuando los peregrinos recorran la franja oriental de la región y descubran que en ella la distancia que media entre las aguas y las cumbres es mínima, y con más sutileza a su término, cuando las amplias rasas costeras del Occidente se vean interrumpidas, al filo del horizonte, por la silueta azulada de las cadenas montañosas.

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Imagen de una panorámica de la playa de Gueirúa en el concejo de Cudillero con dos lanchas de madera en primer plano.

El Camino de Santiago de la Costa dibuja un recorrido eminentemente rural y marinero, con paso obligado por pueblos y villas en cuyas calles se deja sentir el olor del salitre y por rincones anclados tierra adentro que han sabido mantener su lealtad a los viejos oficios.

Entre unos y otros destacan las magníficas playas, que, en muchos casos, como en los del arenal de San Antolín o la bellísima Concha de Artedo, constituyen verdaderos parajes de ensueño en los que detenerse a descansar y reponer fuerzas antes de proseguir el viaje.

Sobresalen, entre los múltiples atractivos naturales, el espectáculo torrencial de los bufones (orificios verticales que en días de marea alta expulsan chorros de mar pulverizada) y la silenciosa tranquilidad del Cabo Busto. Pero ambos rincones se ven interrumpidos y subrayados a mitad de trayecto por otra Asturias, la que ocupa el tramo central del territorio, en la que se aprecian con claridad el paso (y el peso) de la industrialización y los consiguientes flujos migratorios desde el campo, las montañas y los puertos hasta las grandes urbes.

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Imagen de dos personas y un perro al atardecer en el mirador del Cabo Busto en el concejo de Valdés.

Los mitos y los ritos

A lo largo de la costa asturiana, los ecos del pasado nos asaltan e interpelan. Las primeras huellas de la historia nos traen los ecos de los emigrantes que, tras hacer fortuna en sus lugares de destino, regresaron a su tierra natal con la vocación de dejar su impronta en ella. Todo el pueblo de Colombres da buena muestra de ello, pero cabe destacar, por razones obvias, el Archivo de Indianos, cuyas instalaciones ocupan la "Quinta Guadalupe", un hermoso edificio que preside el centro del núcleo urbano.

La arquitectura indiana, no obstante, se dejará notar a lo largo de nuestro recorrido en lugares como Pendueles (con la llamada casona de Verines, sede de unos célebres encuentros literarios) y la propia villa de Llanes, con su casino, su basílica de Santa María y su torreón medieval encabezando unos atractivos a los que hay que sumar los "Cubos de la Memoria" pintados por Agustín Ibarrola.

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Imagen de la fachada principal del Archivo de Indianos. Museo de la Emigración en Colombres.

Cerca de allí, en la parroquia de Naves, se erige la portentosa iglesia de San Antolín de Bedón, uno de los mejores ejemplos de románico rural con los que cuenta Asturias y en cuyo entorno se dan cita la historia y la leyenda. También se conjugan ambos elementos unos cuantos kilómetros más adelante, en Ribadesella/Ribeseya. Allí se encuentra la cueva de Tito Bustillo, uno de los grandes santuarios paleolíticos del norte de España, cuyas pinturas merecen ser contempladas con admiración y detenimiento.

La perspectiva de la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores levantándose sobre la marisma que separa las localidades de Barru y Niembru es, probablemente, una de las estampas más singulares del oriente asturiano.

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Imagen de un peregrino en primer plano observando la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores en Barru (Llanes).

Fue ésta una zona habitada desde antiguo, como demuestra el Museo del Jurásico, ubicado en los aledaños de Colunga, y hasta ella llegaron los afanes constructivos de los monarcas asturianos, que dejaron como legado la sorprendente iglesia prerrománica de San Salvador, en Priesca. En Villaviciosa destaca por su ligereza el templo románico de Santa María de la Oliva, pero también hay que prestar atención a la casa donde pernoctó Carlos V, en la que fue su primera noche en la Península Ibérica, cuando vino a tomar posesión del trono. Muy cerca, en Amandi, otra iglesia románica, la de San Juan, sorprenderá a quienes busquen en su interior la originalidad de su ábside de arcos semicirculares apoyados en columnas de doble piso.

Del mismo modo, entre Gijón/Xixón y Avilés vale la pena recorrer con calma la necrópolis tumular del monte Areo. Sobra mencionar que ambas ciudades piden un paseo sosegado por sus calles. Nos anunciará esta penetración en el área central de la región la silueta de la Universidad Laboral, que, proyectada por el arquitecto Luis Moya en tiempos del franquismo, constituye aún en nuestros días el edificio más grande de España.

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Imagen de una reproducción de un dinosaurio en el exterior del Museo del Jurásico de Asturias.

El centro de Gijón/Xixón, con sus emblemáticas playas de San Lorenzo y Poniente, el barrio de Cimavilla y el cerro de Santa Catalina, conforma todo un mascarón de proa orientado al horizonte.

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Imagen al atardecer del Elogio del Horizonte en Gijón/Xixón.

El casco antiguo de Avilés, con sus iglesias de San Francisco y San Nicolás de Bari, su palacio de Camposagrado y su emblemática calle de Galiana, es una de las sorpresas de la Asturias central, complementada por las líneas vanguardistas del Centro Niemeyer.

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Imagen de la Calle Galiana de Avilés con sus conocidos soportales en primer plano.

El paso del río Nalón, en Sotu, marca la incursión en la franja occidental, que se hará patente al paso por Muros. El occidente de Asturias es rico en enclaves marineros, y aunque el Camino de la Costa no pase por Cudillero sí lo hace por sus aledaños, donde cabe admirar edificios como la suntuosa finca de los Selgas (El Pito) antes de dejarse llevar hasta Soto de Luiña, con su elegante iglesia barroca de Santa María.

En Cadavéu se conserva la casa donde vivió y escribió el padre Galo, lo que es tanto como decir el lugar donde nació la literatura asturiana moderna, y la de Luarca/Ḷḷuarca es una de las visitas más agradecidas de este tramo del trayecto, sobre todo por su soberbio cementerio marino que regala unas vistas inigualables sobre la propia villa y sobre el Cantábrico. También Navia tiene resonancias literarias: aquí nació el poeta Ramón de Campoamor, tan leído en el siglo XIX. El Camino abandona Asturias por la localidad de Abres, una vez superado A Veiga, para dentrarse ya en tierras de Galicia.

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Imagen de un antiguo embarcadero en la desembocadura del río Nalón en el concejo de Soto del Barco.