Los orígenes de la construcción del salto de Salime se remontan a un acuerdo entre las empresas Electra de Viesgo e Hidroeléctrica del Cantábrico, que en el año 1945 deciden proceder conjuntamente al aprovechamiento del tramo superior del río Navia, emprendiendo una obra pionera en lo referente a tecnología y diseño.
Éste último corrió a cargo de un equipo de ingenieros de Hidroeléctrica del Cantábrico, que tuvieron que salvar no pocos 'escollos' constructivos, y la 'guinda' artística la puso el arquitecto asturiano Joaquín Vaquero Palacios, en colaboración con su hijo, Joaquín Vaquero Turcios. Ambos integraron magistralmente el arte en esta imponente obra industrial, y su trabajo pictórico fue pionero, convirtiendo así una Central Hidroeléctrica en una inusual 'galería de arte'.