Un rey pacifista y estratega se enamoró de ella, de una comarca que encontró idónea para establecer una corte que crecía y prosperaba. El rey se llamaba Silo y su mujer Adosinda, y su amor por la tierra y por la corte dieron a Pravia y su entorno el aire regio y señorial que ha conservado hasta nuestros días. De paso pensaron y concibieron un templo como Santianes, para seguir engrandeciendo y consolidando el Prerrománico, que siglos después tiene en tierras pravianas un museo. Las mismas que destacan por su huerta, por su hospitalidad y sentido familiar de la fiesta traducido en un acontecimiento como el Xiringüelu, y por su sentido fluvial de la vida, una vida marcada por ríos emblemáticos como el Narcea y el Nalón, que hacen de esta zona un paraíso para la pesca, sobretodo del salmón.
Cuando Silo se enamoró de esta parte de la vetusta Asturias se anticipaba a otros enamoramientos que se produjeron siglos después, como fueron los de los indianos, tan ‘enganchados' desde la lejana América a la tierra que los vio nacer y los empujó a la aventura transoceánica. Por amor construyeron quintas llenas de romanticismo y de mestizaje cultural, y muchas de ellas están espléndidamente conservadas en el pueblo de Somao, en Peñaullán o en San Esteban. Con el tiempo aquella llanura fértil, regada por las aguas ‘sagradas' del Nalón - el río más largo de Asturias con sus ciento cuarenta y cinco kilómetros -, se convertiría en una gran despensa ecológica y turística, y las riberas de este río acogerían cientos de pescadores, con sus esqueléticos y medievales muelles que todavía hoy se conservan y hacen las delicias de turistas y de artistas, valga como ejemplo el que aún existe en el pueblo de El Castillu.
Con el tiempo, el Nalón al hacerse ría, daría uno de los más preciados tesoros - los que surgen cuando se mezclan aguas fluviales y marinas - hablamos de las angulas, que se convirtieron y todavía hoy son el símbolo gastronómico y turístico de un pueblo, el de L'Arena, que lleva escrito en su mapa genético la vocación marinera, y que no olvida sus tradiciones más ancestrales, como la del ‘angulero' - una especie de Papa Noel al estilo Bajo Nalón -, que año a año trae regalos a los niños. L'Arena presume de su gente marinera, de su rula, de su puerto, y hasta de su playa de los Quebrantos.
Porque a Silo le gustaba la vida tranquila y el Bajo Nalón era ideal para pasear disfrutando de la costa, con playas ‘de película' como la de Aguilar o paseos por la zona que hoy en día es la senda costera, también conocida como ruta de los miradores, donde hay impresionantes vistas panorámicas al mar, una capilla mirando al horizonte - la del Espíritu Santo -, y muy cerca de ésta se inicia el descenso hacia San Esteban por una escalera de cientos de cómodos peldaños, que nos llevan a la ‘rive gauche' del Nalón. Esta ribera izquierda personaliza en San Esteban el compendio de las esencias del Bajo Nalón: industrial, indiana, rural, histórica y marinera.
La ‘quintaesencia' del Bajo Nalón no solo fue el sueño de un rey, una reina y su corte, fue inspiración para artistas como el poeta Rubén Darío o el pintor Joaquín Sorolla…Es el sueño de cientos de visitantes y de deportistas, que disfrutan de las aguas tranquilas y de las fértiles riberas del Bajo Nalón.
El territorio definido por la desembocadura del río Nalón abarca los concejos de Muros de Nalón, Pravia y Soto del Barco.
- San Esteban y Faro.
- Ruta de los Miradores y Capilla del Espíritu Santo.
- Playa de Aguilar.
- L' Arena y Playa de los Quebrantos.
- Pueblo y Embarcadero de El Castillu.
- Villa de Pravia y pueblo de Somao (arquitectura indiana).