La comarca del Cabo Peñas es la punta de lanza que el mapa de Asturias clava en el Cantábrico. El propio cabo, como proa y punto más septentrional del Principado, es un gran espacio donde paisaje y geología resultan excepcionales. Su litoral, bravo y fascinante, deja al descubierto estratos marinos milenarios, y esconde calas y vericuetos ideales para el baño y la pesca. Las villas marineras de Candás y Lluanco/Luanco son el corazón de un territorio donde la mar lo contagia todo: economía, fiestas, gastronomía y forma de ser. El bonito y la sardina tienen aquí su merecido altar.
Paisaje Protegido del Cabo Peñas
Nos asomamos a los últimos metros del Cabo Peñas (Peñes), en el concejo de Gozón, como quien se asoma al fin de la Tierra. Este “Finisterre” asturiano es uno de los lugares más impresionantes del Cantábrico. No hay rincón más al norte en toda la región, ni más radical en su verticalidad, con casi cien metros de caída libre desde la punta de la roca llamada Gaviera, hasta la espuma del mar - por eso conviene no ser temerario a la hora de hacer fotos -. Resistente a milenios de erosión y plegamientos, este bastión heroico contiene rocas del Paleozoico, del Mesozoico e, incluso, y rastros fósiles de diferentes períodos geológicos. Un espolón que rompe la lógica del mapa y que en días claros permite divisar medio litoral asturiano: al oeste, el Cabo Vidio y -si el día es de los buenos- hasta el Cabo Busto, allá en Luarca/Ḷḷuarca. Lo mismo hacia el este, además de la Punta del Castro, la de Narvata, el Paguión, o Punta la Vaca, puede llegarnos la vista a la Punta Tazones, en la lejana Villaviciosa.
Pero no todo es contemplación apacible, las tormentas atlánticas suelen descargar aquí su cólera, las gaviotas luchan contra el viento y las personas nos tornamos minúsculas. Un espectáculo telúrico al que se enfrenta el Faro de Peñas desde 1852. A tan sólo 60 metros del acantilado, atraviesa con su luz 41 millas de oscuridad o 18 de niebla, tratando de avisar a los marinos de la presencia, a veces invisible, de esta mole fuera de sitio. En la planta baja del faro se encuentra el Centro de Recepción de Visitantes e Interpretación del Medio Marino de Peñas, un museo con cinco salas que nos sumergen en la épica del mar. Naufragios, cetáceos y tormentas conviven con la divulgación científica del Paisaje Protegido del Cabo de Peñas: franja costera que es toda una lección viva de geología y naturaleza, con acantilados, ensenadas y pedreros que muestran capa a capa, fósil a fósil, millones de años de historia.
Esta área, de unos 19 km² entre la playa de Xagó y la ensenada de Candás, fue declarada Paisaje Protegido en 1995. Es, además, Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA). Hasta 26 especies marinas lo utilizan como autopista migratoria, entre ellas el diminuto paíño europeo o el escurridizo cormorán moñudo, que encuentran refugio en su hábitat salpicado de islotes, como la conocida Isla de Herbosa.
Además de sus agrestes playas y acantilados, de sus aves y fauna marina, el paisaje de Cabo Peñas es una península privilegiada que incluye brezos, acebuches y líquenes únicos que conquistan las rocas, sin olvidarnos de sus destacados yacimientos arqueológicos, como los de Bañugues y su industria lítica del Paleolítico Inferior, o el del Castiellu de Podes, castro prerromano construido en un lugar estratégico y perfectamente adaptado al terreno.
Sendas y playas
La Senda Norte es una ruta costera que atraviesa la costa central de Asturias y por tanto este Paisaje Protegido, entre los concejos de Gozón y Carreño. Enlaza miradores naturales y un sinfín de rincones marinos, con tramos como Verdicio-Cabo Peñas, Bañugues-Luanco o Perlora-Xivares, que suman más de 13 kilómetros. La senda es llana y fácil de recorrer.
Rutas por Cabo Peñas
Podemos acercarnos a lugares sorprendentes como el anticlinal de Llumeres y sus vestigios mineros (aquí estuvo durante unas décadas la mayor explotación de hierro de Asturias), o la playa de San Pedro de Antromero, donde aflora uno de los flysch (facies rocosas) más espectaculares del Carbonífero: capas verticales, delgadas y repetidas, como páginas de un libro abierto que narra la historia de un mar antiguo. En esta costa indómita es un lujo acercarse a “parques playa” como el de Moniello, con área recreativa, parque infantil, bar-restaurante y “ancestrales” vistas.
Para los amantes de la ornitología resulta obligada la excursión a la Charca de Zeluán y Ensenada de Llodero, así como al Embalse de La Granda, uno de los humedales más valiosos de Asturias, cuya riqueza avícola supera las 200 especies registradas.
El Camino de Santiago de la Costa también transcurre por estos lares y se une a viejas calzadas romanas, como la que cruza la ladera del Monte Areo. Este monte, el más alto del concejo con sólo 265 metros, contempla una ruta circular que nos va acercando los dólmenes de su Necrópolis Megalítico - Tumular.
En el caso de las llamadas “rutas clarinianas”, se recorren paisajes y pueblos que inspiraron a Leopoldo Alas “Clarín”, uno de los grandes novelistas del siglo XIX. Estas rutas son ideales para hacer a pie o en bicicleta, y conectan lugares que aparecen en obras como Doña Berta o Viaje Redondo, con torres medievales como la de Prendes, casonas indianas, iglesias de pasado románico, coloridas paneras o la Quinta Clarín, donde el escritor veraneaba.
Playas de Carreño y Gozón
Las playas de esta comarca superan la treintena y se esconden entre acantilados, como secretos bien guardados. Hay playas de arena dorada, también de bolos o cantos rodados, de pura roca. En el concejo de Gozón forman un mosaico variado y sorprendente: desde la recogida y urbana playa de Luanco, abrazada por el puerto y la iglesia, hasta la monumental Xagó, una de las joyas naturales de Asturias, que en sus más de 600.000 metros cuadrados alberga uno de los sistemas dunares más amplios y mejor conservados del norte. Es una playa muy concurrida y buena para el surf, lo mismo que la de Verdicio o Tenrero, también con amplias dunas, prados y chiringuitos con música al atardecer. La playa Carniciega queda unida a la anterior cuando baja la marea, y a ésta se une, a su vez, la playa de Aguilera, superando entre las tres los 1000 metros de longitud. Apenas a dos kilómetros de Lluanco/Luanco se encuentra la playa de Bañugues, de aguas tranquilas y gran amplitud en la bajamar, que la hacen perfecta para disfrutar en familia.
En el vecino concejo de Carreño, la playa urbana de La Palmera (“la playa de Candás”) es de buena arena y amplia en marea baja. Mientras que Les Huelgues, Carranques, El Tranqueru y Xivares, son calas con pedreros anexos y ecosistemas de gran biodervisedad marina. Se reúnen en un entorno muy natural, aunque también tienen zonas recreativas, servicios playeros y chiringuitos, pues se despliegan junto al paseo de Perlora, antigua ciudad vacacional que fue refugio estival para muchas familias obreras asturianas.
Turismo en el Cabo Peñas
Esta comarca, bien comunicada y muy próxima a Gijón/Xixón, Avilés y el aeropuerto de Asturias, es un refugio perfecto para el viajero que busca descanso del bueno. En el entorno rural abundan los alojamientos, sidrerías y restaurantes, servicios que se multiplican en sus villas costeras, donde además de su memoria marinera, sigue vivo el espíritu del antiguo veraneo familiar.
Luanco y Candás: villas marineras
Lluanco/Luanco y Candás son las dos capitales costeras de la Comarca del Cabo Peñas y, como dos caras de una misma moneda, ofrecen al viajero hospitalidad, y ocio veraniego antiestresante. Ambas villas - la primera capital de Gozón, la segunda de Carreño - tienen el raro don de acoger al visitante con una cordialidad muy natural: "Pasa, siéntate, prueba esto". Sus gentes te hacen sentir en casa, quizás porque el veraneo ya tiene muchas tablas. En Candás, desde los tiempos de Clarín y Palacio Valdés (sus dos turistas más insignes), familias enteras de Oviedo/Uviéu o Madrid disfrutan de su playa, su puerto histórico y el agradable paseo marítimo. Además, cuenta con espacios culturales destacados como el Teatro Prendes o el Centro de Escultura “Museo Antón”. Todo ello bajo la atenta mirada de su emblemático faro de San Antonio, que al borde del acantilado sigue enamorando a propios y extraños.
Lluanco/Luanco ya fue, desde mediados del siglo XIX, uno de los primeros destinos de veraneo del Cantábrico. Sus playas eran alabadas por su belleza y valor terapéutico. La villa sigue ofreciendo hoy un cuidado casco histórico: la Torre del Reloj del siglo XVIII, la iglesia de Santa María (siglo XVIII) o la Casa Mori (una joya modernista). Sus calles y casas sorprenden por su autenticidad marinera, en especial en el entorno de su “Muelle Viejo” y su casco antiguo.
En Candás, el gran crecimiento de la industria conservera desde finales del siglo XIX (llegó a tener hasta 24 fábricas, con marcas tan conocidas como Albo y Ortiz), hizo que durante años se fijase aquí el precio del pescado para toda Asturias. Hoy en día, la Exposición Permanente de la Industria Conservera de Candás, situada en la antigua fábrica de Bernardo Alfageme, da testimonio de esa época con piezas originales. Muestra desde las técnicas tradicionales de conservación hasta el enlatado más moderno, la evolución de las fábricas o las condiciones laborales.
En Lluanco/Luanco, la pesca de la ballena alcanzó su cenit entre los siglos XVI y XVII. Hasta 600 cetáceos fueron cazados por las lanchas que salían desde su puerto, tras el aviso del atalayero en La Mofosa. De aquella época quedan húmeros, escápulas y vértebras de leviatanes en el Museo Marítimo de Asturias(se abre en una pestaña nueva), así como con barcos reales, mapas, camarotes y cartas náuticas que narran la epopeya cotidiana de aquellos hombres de mar.
Sidrerías y restaurantes también homenajean diariamente a la mar: bonito, pixín (rape), almejas a la marinera, merluza a la cazuela, lubina, congrio o calderadas de pescado. De postre casadielles, arroz con leche y la inimitable marañuela. Un dulce típico de ambas villas, las marañuelas, que recuerdan a un nudo marinero, y se regalaban a los que partían a la costera. Contenía cariño, esperanza y la energía necesaria para faenar en alta mar.
Ambas villas no solo conservan sus raíces, también las celebran a lo grande. El Cristo marinero de Candás es responsable de una fiesta mayor a mediados de septiembre. Según la leyenda, la talla fue hallada en el mar de Irlanda por pescadores locales en el siglo XVI. A lo largo de los siglos se le atribuyeron milagros; hoy su imagen (en la Iglesia de San Félix) es fuente de peregrinación continuada. La villa candasina también celebra a finales de julio su Festival de Bandas de Gaitas (declarado de Interés Turístico del Principado), y el 1 de agosto su populoso Festival de la Sardina (también de Interés Turístico regional), que llena la villa del aroma inconfundible a este pescado a la brasa, y a sidra bien escanciada.
Lluanco/Luanco también tiene Cristo, el Cristo del Socorro, cuya festividad tiene lugar el 5 de febrero, cuando se recuerda el “milagro” que salvó a los marineros de una tormenta en el año 1776. En julio tiene lugar el Torneo de Tenis-Playa, único en el mundo que se disputa sobre la arena de una playa durante la bajamar. La playa de La Ribera se convierte en estadio improvisado con más de 2.000 espectadores, y en la cita compiten relevantes figuras de este deporte. Y si en Candás la sardina es reina absoluta, en Lluanco/Luanco lo es un túnido, el bonito, cuyo Festival se celebra a finales de junio. Y cada 14 de agosto, la villa celebra también su Carnaval de verano, una fiesta espontánea y contagiosa que comenzó como una celebración entre vecinos, y que se ha convertido en uno de los eventos más esperados del verano asturiano.
De Candás a Lluanco/Luanco (o al revés), se puede ir caminando en poco más de media hora, por una ruta costera que atraviesa parajes de gran belleza natural. Un paseo que invita a descubrir con calma los encantos de una comarca que no se debe recorrer con prisa, pero sí muy atentamente.
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What to see
- Villa de Candás y su museo de la Conserva.
- Villa de Lluanco/Luanco y su Museo Marítimo.
- Festival de la Sardina.
- Paisaje Protegido Cabo Peñas.